El componente social en la arquitectura es básico, o por lo menos es la premisa con la que se debe partir en cualquier enunciado o ejercicio en la disciplina. La diferencia entre arquitectura y escultura puede ser la vivencia del espacio, la escultura por su escala no lo permite, aunque la frontera es estrecha y muchos ejemplos se encuentran desde mi punto de vista en este límite. La Montaña de Tindaya por ejemplo, donde se intenta escavar una montaña por dentro para crear un vacío en su interior es uno de los ejemplos sin catalogar al igual que alguna arquitectura icónica.
El factor social también es importante en la escala. Una intervención en el ámbito del urbanismo provocará la reacción de más cantidad de gente que un proyecto local y específico, quizás por ello mi interés en seguir aprendiendo en la escala de la ciudad y en donde el planeamiento juega un papel muy importante para la progresión y desarrollo social.
Hay por el contrario intervenciones pequeñas como museos, auditorios, equipamientos deportivos, etc… que por su factor de congregación de personas hacen que de por sí, su valor intrínseco tenga vinculado un componente social grande por lo que muchas veces se olvida este aspecto, porque no cabe duda que un auditorio es un auditorio, en su naturaleza está el poder de atracción que actúa como un imán pero al que muchos arquitectos tienen que añadir un valor estético extra, motivado muchas veces por el propósito de hacer constancia de una firma de arquitectura, un estilo propio que a veces no es capaz de reinventarse y si es posible atraer a más personas.
Después de ver algunas buenas presentaciones en la Bienal de Venecia vía online me topé con la imagen que abre este artículo y que me entró la risa fácil. La imagen que buscaba Gehry la ha conseguido, los fotógrafos lo quieren ver junto a su maqueta y lo único que ha faltado ha sido afinar la presentación como ocurre con las presentaciones de automóviles que les ponen una manta por encima y de repente ¡¡¡tachán!!! Ese es el problema, incluso de esta manera con la que intento expresarme creo que clarifica lo que sucede. Al destapar un objeto se busca la sorpresa, como un fenómeno asombroso donde el espectáculo está al servicio de los que rodean al objeto. El primer valor objetual carece de un análisis previo, sólo existe una valoración superflua de lo que ocurre, quizás valga el tópico de “nunca tendrás una segunda oportunidad de causar una primera impresión”. Arriesgarse el todo por el todo a las primeras de cambio me parece un error garrafal, pero que reporta dinero y así sucede con el Guggenheim de Bilbao, donde las formas gratuitas, verdaderamente trazadas en el aire en una ardua tarea de programación 3D donde los becarios se enfundan el mono de trabajo y hacen labores impropias de unos personales que han sido cualificados la mayoría de ellos para hacer una arquitectura mucho más coherente y acertada.
Es indudable que el aporte económico que ha reportado a Bilbao a través de su museo ha sido enorme e incluso ha colocado a esta ciudad en el panorama internacional, ahora podremos asociar dos palabras Bilbao-Guggenheim y quedarnos tan panchos pero me parece que es muy pobre para una ciudad que busca reinventarse pero que ofrece otros valores naturales, culturales e históricos que son también atractivos.
Quizás con esta reflexión podamos decir que el componente social está en el propio concepto de museo que se desplaza a un segundo plano, porque son los usuarios del museo los que le dan vida pero la componente económica, política y de marketing destacan priman en este ejemplo.
Me gustaría acabar con una afirmación de Carme Pinós: “La arquitectura se piensa con la cabeza y se dibuja con los pies”.
Con los pies del que recorre la arquitectura, del que la vive, del que la siente, del que la utiliza, porque la componente social debe estar presente, porque el límite de la arquitectura tiene que estar claro, porque la arquitectura se debe de preocupar por los valores humanos y sus necesidades, resolver las injusticias y olvidarse de la imagen, citando al actual Pritzker 2011 Eduardo Souto de Moura: "Para hacer cosas bonitas, hay que perder el miedo a hacerlas feas."
