Creemos que las ideas surgen del simple runrún de nuestra cabeza. Sin embargo, hay elementos que ayudan tanto dentro como fuera de nuestra cabeza, estímulos que pueden permitirnos alcanzar ideas más nuevas de una forma inédita hasta el momento.
Según Eric Havelock, experto en lenguas clásicas, y David Olson, psicólogo, el alfabeto sería uno de estos elementos que estimularían nuestra mente. Su retadora hipótesis es que la eficacia del alfabeto griego condujo a una transformación sin precedentes en el pensamiento humano.
Al liberar a la gente de una tradición verbal, la eficacia del alfabeto nos permitió liberarnos también de restricciones como la memorización o las estrategias metacognitivas para conservar la cultura oral.
Tales estrategias, por impresionantes que fueran, tenían un coste. A veces de manera sutil, en ocasiones abiertamente, la dependencia del ritmo, la memoria, las fórmulas y la estrategia constreñían lo que podía decirse, recordarse y crearse.
Según Maryanne Wolf, autora del libro “¿Cómo aprendemos a leer?”, no sólo fue el alfabeto griego el responsable de nuestra impresionante zancada cognitiva. Mil años antes que los griegos, el sistema de escritura ugarítico (un sistema pseudoalfabético) causó también importantes cambios culturales. Más atrás todavía, en la literatura acadia, observamos un florecimiento de ideas (en parte, indudablemente, basadas en la tradición oral) registradas por un sistema logosilábico no alfabético.
Si echamos un vistazo global a la historia, vemos que lo que ha fomentado el desarrollo del pensamiento intelectual de la humanidad no fue el primer alfabeto, ni siquiera la repetición óptima de un alfabeto, sino la escritura en sí. Como el psicólogo ruso del siglo XX Lev Vygotsky decía, el acto de poner las palabras y los pensamientos por escrito estimulan y en sí mismo cambia las ideas.
Cabe puntualizar, con todo, que, desde una perspectiva cognitiva, no fue sólo el alfabeto el que producía nuevas ideas, sino más bien que la creciente eficiencia promovida por los sistemas alfabéticos y silábicos hizo que las nuevas ideas fueran accesibles a más gente y en una etapa más temprana del aprendizaje lector. Por ello, cuando nació el alfabeto griego también se dio un prolífico período de escritura, arte, filosofía, teatro y ciencia, posiblemente uno de los florecimientos más explosivos de la historia.
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